Los aficionados al cómic, tebeos o historietas se dividen en dos grupos: los que aman a Astérix junto con los habitantes de la aldea gala y los que adoramos a Tintín y el amplio universo que Hergé creó en torno a él. Es como si no existieran más autores y creadores. Y es que cada vez que me declaro enamorada de Tintín, alguien siempre me dice: "yo soy más de Astérix". Como si tuvieran algo que ver el uno con el otro. Pues bien, aceptando esta clasificación y admitiendo que ambas colecciones he leído y disfrutado: me declaro incondicional de Tintín. El trazo fino, limpio y ordenado de Hergé. Las múltiples relaciones entre los álbumes con guiños continuos. Los guiones bien elaborados. Los secundarios que irremediablemente se convierten en protagonistas. El humor delicado. La composición de sus viñetas...
Es así que me he decidido a dejar caer por aquí, y de vez en cuando, pequeños análisis de cositas que me han ido llamando la atención de este personaje y de todos los que le acompañan en sus aventuras. Y es que entre los amigos a mis gotas sé que hay más de un seguidor de Tintín. Por eso la entrada de hoy, con el permiso correspondiente, va dedicada a "mi Fernando". Ya sabes Laura, cuando de Tintín se trata, tu Fernando se convierte en "mi Fernando", aunque sea por un ratito.
Para comenzar, me centro en el Profesor Tornasol. Ese sabio despistado, encantador, duro de oído, pulcro, educado y... de mal carácter. Pues aunque pocas veces, el profesor Tornasol ha protagonizado algunos enfados memorables, casi siempre a causa de los malentendidos que provocan su "sordera".