Como la pata de un romano.

¿Recordáis la cantidad de impedimentos que tuvo el delantal de mi amiga Laura? Te lo contaba aquí. Pues la historia parece no tener fin. 

Para completar el conjunto le hice un agarrador, una bolsa para guardar las bolsas y una manopla. Ay, la manopla, la manopla es pa pegarme con ella en la cara. 

Que no siempre está una atinada, que no, y que como dicen: la confianza da asco. Alguna que otra vez me ha pasado, que todo hay que reconocerlo, pero con esta manopla parece que estoy medio atontá. Que no te enteras, pues claro, cómo te vas a enterar. Venga, que lo resumo. Porque si lo contara sin resumirlo, dejábais de ser seguidoras mías. 

Este es el conjuntito tan mono, tan coqueto y tan estupendo que conjuga con este delantal. 

La bolsa para guardar las bolsas de plástico. 

El agarrador, o como quiera que se llame. 

¡Y la manopla!

Me dio Laura una manopla que le viene bien, pero me dijo que le bajara un poco la abertura para el pulgar. Y ahí fue mi error. Al bajar la abertura cerré demasiado el hueco de la mano, tanto que la mano de Laura no pasa. A mí sí, sin problema, pero a ella no. 

Bueno, no pasa nada, es un error normal, la repetimos y ya está. Ay, que ya está. Si aquello parecía que estaba sacando el patrón de un traje de astronauta. Saqué una plantilla de su mano y a partir de ahí comencé a trabajar. Un poquito más para darle holgura, otro más para la guata, pero no tanto.... Yo qué sé. Una cosa tan sencilla, y la manera tan tonta de liarme. Vamos, que la segunda manopla tampoco le queda del todo bien. ¡¡No me lo puedo creer!! Cuando esta historia llegue a su fin os lo cuento. Espero que sea un final feliz.

Feliz semana, besos a todas y a algún seguidor silencioso que tengo por ahí y que se me ha puesto celosillo por el femenino de mi saludo.